viernes, 21 de diciembre de 2007

Cándido Cortés

Cándido Cortés había pasado siete años de los treinta y siete que llevaba vividos trabajando en el área de programación de una cadena de comida rápida. En cierta ocasión, que casualmente coincidió con el día de su liberación mental, cansado de introducir los habituales
"Que lo disfrute" "Bienvenido, ¿en qué puedo ayudarlo?" y "Por cincuenta centavos puede VM agrandar sus papas fritas" en los dóciles cerebros de niñas atrapadas entre los quince y los veinte, decidió cambiar las frases del día.
Así fue como aquel domingo las familias funcionales que salían del cine preparados para su nutritiva ingesta se encontraron con propuestas tales como "¿Desea agregar libertad de expresión a su combo?", "Cuidado con la sombra de la bota de siete leguas que se cierne sobre nuestras cabezas", sin olvidar el "Think for yourself", un preferido de Candido, cuyo beatle favorito siempre había sido George. El evento, infortunado para algunos, llamó a la rápida accion de los altos directivos de la cadena que contestaron a la situación crítica con la respuesta acostumbrada y aprendida hasta el cansancio en la academia para negocios de altos directivos: "Está despedido". Las cajeras fueron formateadas y restituidas a sus líneas originales aun antes de que Cándido pudiera juntar sus pertenencias y abandonar el lugar para mudarse a la tranquila localidad de Chascomus donde vivió hasta el fin de sus dias leyendo copiosos volúmenes de temas prohibidos y diciendose a sí mismo "Yo vencí el sistema".

viernes, 10 de agosto de 2007

Lámpara Giratoria

Si un día de moderado calor, ese que nos pesa en la frente pero que brinda piedad a la sombra, ese calor que humedece un tanto nuestra ropa si nos atrevemos a realizar algún esfuerzo físico; si un día de tal calor caminás por Callao en dirección a Libertador partiendo de Corrientes y al llegar a Las Heras doblás a la derecha, podés encontrar, bajo un toldo verde, la entrada al único bar de la ciudad que es poseedor de la última lámpara giratoria en actual existencia.

Raza extinguida hace tiempo, las lámparas giratorias pueden ser de lo más variadas en su aspecto, pero todas comparten dos características inconfundibles: su pantalla gira sin control aparente y tienen la capacidad de capturar la imaginación de quienes las saben apreciar.

Por caso, puede pensarse que se está en un punto cósmico de inestabilidad láctea precisamente determinado en las coordenadas interestelares X e Y, latitud 478 grados Oeste, longitud -047 grados Sur, conocido en el exclusivo ambiente de la física quántica como punto de indecisión física orientativa que condena a los objetos a girar sobre el eje no-imaginario gamma, indefinidamente y hasta la eternidad perpetua.

Esto no descarta la interpretación de ciertos eruditos de la antroscopía física-non-física, que opinan que las fuerzas espirituales inmanentes de los Trogloditos (microorganismos moradores entre los diminutos vellos de las moléculas de aire) giran en derredor de la luz exigua de las lámparas imprimiendo con su juego un giro descontrolado en las mismas.

Interpretaciones menos populares arriesgan que las fibras vivas de las pantallas se estremecen ante la presencia de los fototrones que la belleza femenina suele irradiar. La ecuación se completa con la vibración pensatudinal de cierta obsesión masculina por dicha belleza, lo que da como resultado, según esta interpretación, que el hábitat natural de las lámparas giratorias sea un sitio en general propicio para los enamoramientos efímeros y otros encuentros amorosos entre personas hasta el momento separadas por el desconocimiento mutuo.

Más allá de estas interpretaciones, todas válidas en su campo, la última lámpara giratoria que se puede encontrar en Buenos Aires debe su particularidad al aire acondicionado que la empuja a girar sin límite, más que el apagado de dicho aparato, que suele hacernos la vida más fácil en días de moderado calor.